
Eso es lo que me ha pasado esta semana. Tras la salida del martes, que fue muy positiva, el miércoles tocaba recuperación, a un ritmo intermedio. Ya sin molestia alguna en mi rodilla derecha invertí en los 10 kilómetros 56.10 minutos. Pero el muro me lo encontré ayer. Los hados del running no estaban de mi lado. En primer lugar, he de decir que tras unos días fríos y borrascosos, ayer la temperatura subió notablemente. Hacía incluso calor. Calor que no es el mejor aliado para mi rendimiento. Inicié el entreno con buen ritmo, pero al poco ya me encontré con los primeros obstáculos: Todos los semáforos en rojo y abundante tráfico, lo cual me obligaba a parar, cortándome el ritmo. Además, no se porqué razón, mucha gente en la calle, lo que me obligaba a un verdadero slalom entre los viandantes para tratar de esquivarlos. todo esto ,incrementó el esfuerzo haciendo surgir en mí una sensación de agobio. No me encontraba cómodo. Para rematar la situación, a media salida suena el teléfono móvil (siempre lo llevo en un brazalete), por lo que nueva parada para atender la llamada telefónica. En definitiva, no se dieron las mejores condiciones para correr. Izé la bandera blanca y decidí limitarme a terminar la salida recorriendo la distancia programada. Todo esto hizo que al final del entrenamiento la sensación de cansancio y agotamiento e insatisfacción, fueran las dominantes
Esta claro que no puede uno luchar contra los imponderables y como decía el torero "lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible".
Hoy descanso y mañana tirada larga y el domingo salida de recuperación. A ver si continuo en este proceso de asimilación y no muero en el intento.
Y hablando de morir, "NO HAY QUE MORIR DOS VECES" (Ed. Planeta) es el título de una novela del escritor Francisco González Ledesma, que ha caído recientemente en mis manos gracias a una buena amiga, y que me ha sorprendido muy gratamente. No conocía al escritor, pero tras leer la novela he descubierto que se trata de un prolífico autor de novela negra, al que creo que puede calificarse como un auténtico maestro del género en España. He quedado absolutamente enganchado de la brillante prosa, de la descripción brillante de esa Barcelona contemporánea, negra que no sale habitualmente en las noticias. Cruda, descarnada, real, y a la vez entrañable y humana.
A medio camino entre la "Ciudad de los Prodigios" de Eduardo Mendoza y las aventuras del siempre añorado y presente Pepe Carvallo y su socio Biscuter parido de la genial mano del fallecido Manolo Vazquez Montalban o incluso de esa mágica Barcelona de las novlas de Carlos Ruiz Zafon (La sombra del viento).
He descubierto al inspector Ricardo Mendez, protagonista de la novela, personaje complejo pero real, al que quiero volver a encontrame y del que quiero volver a saber. Esta es la última de una serie de diez novelas que le tienen como protagonista y desde luego en él confluyen todas y cada una de las características que adornan a los grandes personajes de la literatura negra.
Si de alguna manera debiera de calificar esta novela, solo podría ser de una forma: magistral.
Una buena compañía para el fin de semana.
1 comentario:
Yo creo que el cuerpo tiene su ritmo y nosotros, a veces, forzamos para que lo coja antes de tiempo. Afortunadamente casi siempre se recupera.
Saludos.
Jaal
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