viernes, 12 de diciembre de 2008

HORIZONTES INFINITOS





A veces lo imposible es posible
Anónimo



La semana parece que se ha ido reconduciendo por su propio transcurso. Ayer Jueves pude realizar el entrenamiento previsto con normalidad. Dejó de llover y aún cuando el frío se dejaba sentir con cierta intensidad, no fue obstáculo para que efectuara el entrenamiento con absoluta normalidad. Es más, el hecho de correr con una temperatura baja, creo que hasta me resulta gratificante. Me gusta y es placentero el hecho de sentir como los músculos se van calentando, como tu cuerpo lucha contra el frío exterior y poco a poco, zancada a zancada alcanzas esa temperatura idónea para realizar de forma relativamente cómoda el entrenamiento previsto. Ese entrenamiento, esa carrera en la que de alguna manera intentas alcanzar tu propio horizonte mas o menos infinito.
Horizontes infinitos, creo que esa es la perspectiva con la que debemos de afrontar los retos que a cada uno nos otorga y concede la vida. Si, conceder creo que ese es el verbo adecuado.
Hemos de mirar hacia unos horizontes infinitos como elementos delimitadores de nuestras aspiraciones. Sea donde estemos; veamos lo que veamos desde nuestra ventanas. Porque en definitiva, no es el paisaje físico que nos circunda, el que vemos en nuestra ciudad, en nuestro entorno, el que ha de constituir el límite para alcanzar el desarrollo de nuestra autentica personalidad, del desarrollo de nuestro yo más intimo.
Hablando de forma metafórica, no es esa pared, no es ese edificio que encontramos al alzar la persiana de nuestra ventana o al descorrer la cortina, nuestro limite. Tampoco lo debe de ser el horizonte limitado que, con nuestros ojos físicos vemos al salir de casa. Son otros ojos con los que debemos de mirar. Son otros espejos donde debemos de mirar. No son nuestras percepciones del exterior las que han de limitar nuestros objetivos, y sobre todo limitar nuestro desarrollo como personas. No debemos de conformarnos con pequeñeces. No debemos acobardarnos con las limitaciones que necesariamente como humanos nos encontramos cuando desarrollamos nuestra vida, cuando transitamos por nuestro camino. Nuestras esperanzas, nuestras aspiraciones han de ir mas allá de nuestros, en principio, infranqueables límites. Nuestro reto ha de ser excelso, en el sentido de que ha de trascender a nuestras flaquezas. Y ello es posible, lo he visto en muchas personas que, cada día luchan y cada día triunfan, que cada día vencen esas limitaciones que a priori las incapacitarían para afrontar cualquier actividad que, para los demás supondría una nimiedad.
Es como cuando corremos. Si, la carrera o el objetivo de terminar el entrenamiento diario, la satisfacción que habitualmente alcanzamos cuando estiramos nuestros músculos una vez finiquitada el entreno. O una de esas múltiples competiciones populares en las que aspiramos, simplemente a acabar, sea en el puesto que sea, reflejan necesariamente ese sentimiento que trasciende nuestra pequeñez como seres humanos y en definitiva deja esa huella, más allá de ese cotidiano devenir y en definitiva nos eleva un poco mas allá de la habitualidad repetida a diario, del aburrimiento y del hartazgo al que en muchas ocasiones no lleva nuestra trato diario con los distintos entornos que nos rodean.
Vengo de una de esas comidas de Navidad, tan habituales en estas fechas. Me hice el propósito de observar con una cierta distancia el conjunto de relaciones que se podían desarrollar entre las personas que asistían la misma.
Por suerte, ninguno de los presentes era ni mi jefe ni yo era su subordinado. Tampoco yo soy jefe y tampoco tengo subordinaros. Ejerzo una profesión liberal y esas servidumbres, en principio me son absolutamente ajenas.
Asistía como tercero ajeno, aun cuando con una relación establecida por unas concretas circunstancias coyunturales y me he sentido avergonzado. Me sigue sorprendiendo, aunque creo que cada día mi sorpresa debiera de ser menor, al observar la artificialidad con la que nos relacionamos. Como acudimos y hacemos uso de los tópicos en esas relaciones personales. En definitiva, como no somos sinceros, como no nos mostramos de verdad.
Por suerte, en medio de la reunión mi mente comenzó a evadirse, y comenzó a buscar sus propios horizontes. Por suerte, tengo una vía de escape para que mi mente pueda volar. Para que pueda iniciar el tránsito hacía esos horizontes infinitos. Horizontes infinitos que muchos tenemos y que se constituyen como la argamasa que nos permite cimentar nuestra propia realidad y mantener el equilibrio en éste mundo maravilloso, pero en muchas ocasiones también desquiciado.
Siempre, como se decía en París en aquel mayo inolvidable y utópico, lo imposible puede ser posible y la playa estará siempre esperándonos debajo de los adoquines. ¿A que sería bonito?.

Jueves: 7,200 Km 39 minutos

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hola betren! como estas?
por lo que leo con todas esas fuercitas de seguir corriendo y sintiendo tu cuerpo...supongo que esto de sentir como se calientas tus musculos es como un descubrirte de nuevo ...me imagino...
supongo que le yo mas intimo se desenvuelve y se da a conocer en el entorno delimitado o no donde uno se sienta agusto con ese entorno,,,me parece...
pero entiendo de lo que hablas....y encima tienes razon! ultimamente que brinids de aqui brindis de alla....y los kilitos demas ...mmmmmmmmmm bueno mira yo comence a caminar la semana pasada....y me va de diez.....aprovecho para pensar lo que no pienso durante el resto del dia que estoy ocupada....
(no le cuentes a nadie pero algunas veces lloro una que otra gotita me sale de la tranquilidad que no tengo y estoy comenzando a tener...)
chin chin de aqui chin chin de alla te dejo besines espero que esteis bien....
chao!
y gracias por visitarme de vez en cuando1
:)

Nombre dijo...

Yo también llevo mejor el frío que el calor. Eso sí, abrigado como un oso. Pero ni eso ha evitado un oportuno catarro antes de la San Silvestre. Aún me quedan días.

Me ha gustado tu apuesta por los "horizontes infinitos" y por las relaciones humanas sinceras.

¡Feliz Navidad!