Llegó el miércoles, y por fin pude salir a correr, aunque no en el horario habitual de las siete de la mañana, sino a última hora de la tarde, a eso de las ocho, momento en el que la meteorología fue benévola y me permitió, en un momento de respiro de las invernales y desapacibles condiciones el salir a correr. No llovía aún cuando la temperatura era bastante fresca (no creo que superáramos los 8 grados centígrados), así que convenientemente pertrechado he salido a cumplir con los treinta y cinco minutos programados para ese día.
Desde los primeros momentos, me sentí exultante, con buenísimas sensaciones, marcando un ritmo rápido, pero que me resultaba muy llevadero. El frío en la cara, ha hecho sentirme muy a gusto, limpiando, eliminando a cada zancada, a cada paso el intenso estres que la jornada laboral me había generado, en unos días bastante intensos de trabajo. Al final la salida fue de cuarenta minutos y la distancia recorrida unos siete kilómetros.
La verdad es que ha sido divertido el correr por la tarde, más que nada por la contraposición que sentía al respecto de la soledad que siento en la carrera matutina, Me resulta llamativo correr sorteando en ocasiones a personas solas, grupos familiares, paseantes de perritos y, resultaba también divertido observar como la gente, continua sorprendiéndose al ver a alguien, en éste caso a mi con mi metro ochenta y cinco que, enfundado en sus mayas, cortaviento y gorro, corre. Es más, que disfruta corriendo. Te miran, alguna sonrisa se escapa e incluso llegas a oír algún que otro comentario jocoso. Hay instantes en que te apetece animarles a correr. El gritarles: ¡Corred, corred!. Pero al final te callas, sigues tu camino y guardas para ti esa íntima satisfacción liberadora que te genera la esa concreta salida, esa concreta carrera, premio de cada día y sigues apreciando y disfrutando del atardecer a medida que te aceras al final del camino.
Tanto el miércoles como el jueves, pude hacer mis entrenos y hoy viernes, me toca descanso. Mañana, sábado toca la salida larga, sesenta y cinco minutos de carrera. En el horario habitual del amanecer, si el tiempo, por que la autoridad nada tiene que ver con esto, no me lo impide.
Desde los primeros momentos, me sentí exultante, con buenísimas sensaciones, marcando un ritmo rápido, pero que me resultaba muy llevadero. El frío en la cara, ha hecho sentirme muy a gusto, limpiando, eliminando a cada zancada, a cada paso el intenso estres que la jornada laboral me había generado, en unos días bastante intensos de trabajo. Al final la salida fue de cuarenta minutos y la distancia recorrida unos siete kilómetros.
La verdad es que ha sido divertido el correr por la tarde, más que nada por la contraposición que sentía al respecto de la soledad que siento en la carrera matutina, Me resulta llamativo correr sorteando en ocasiones a personas solas, grupos familiares, paseantes de perritos y, resultaba también divertido observar como la gente, continua sorprendiéndose al ver a alguien, en éste caso a mi con mi metro ochenta y cinco que, enfundado en sus mayas, cortaviento y gorro, corre. Es más, que disfruta corriendo. Te miran, alguna sonrisa se escapa e incluso llegas a oír algún que otro comentario jocoso. Hay instantes en que te apetece animarles a correr. El gritarles: ¡Corred, corred!. Pero al final te callas, sigues tu camino y guardas para ti esa íntima satisfacción liberadora que te genera la esa concreta salida, esa concreta carrera, premio de cada día y sigues apreciando y disfrutando del atardecer a medida que te aceras al final del camino.
Tanto el miércoles como el jueves, pude hacer mis entrenos y hoy viernes, me toca descanso. Mañana, sábado toca la salida larga, sesenta y cinco minutos de carrera. En el horario habitual del amanecer, si el tiempo, por que la autoridad nada tiene que ver con esto, no me lo impide.
Miércoles: 7,100 Km 40 minutos.
Jueves : 5,200 Km 35 minutos