viernes, 31 de octubre de 2008

ANOCHECERES

Llegó el miércoles, y por fin pude salir a correr, aunque no en el horario habitual de las siete de la mañana, sino a última hora de la tarde, a eso de las ocho, momento en el que la meteorología fue benévola y me permitió, en un momento de respiro de las invernales y desapacibles condiciones el salir a correr. No llovía aún cuando la temperatura era bastante fresca (no creo que superáramos los 8 grados centígrados), así que convenientemente pertrechado he salido a cumplir con los treinta y cinco minutos programados para ese día.
Desde los primeros momentos, me sentí exultante, con buenísimas sensaciones, marcando un ritmo rápido, pero que me resultaba muy llevadero. El frío en la cara, ha hecho sentirme muy a gusto, limpiando, eliminando a cada zancada, a cada paso el intenso estres que la jornada laboral me había generado, en unos días bastante intensos de trabajo. Al final la salida fue de cuarenta minutos y la distancia recorrida unos siete kilómetros.
La verdad es que ha sido divertido el correr por la tarde, más que nada por la contraposición que sentía al respecto de la soledad que siento en la carrera matutina, Me resulta llamativo correr sorteando en ocasiones a personas solas, grupos familiares, paseantes de perritos y, resultaba también divertido observar como la gente, continua sorprendiéndose al ver a alguien, en éste caso a mi con mi metro ochenta y cinco que, enfundado en sus mayas, cortaviento y gorro, corre. Es más, que disfruta corriendo. Te miran, alguna sonrisa se escapa e incluso llegas a oír algún que otro comentario jocoso. Hay instantes en que te apetece animarles a correr. El gritarles: ¡Corred, corred!. Pero al final te callas, sigues tu camino y guardas para ti esa íntima satisfacción liberadora que te genera la esa concreta salida, esa concreta carrera, premio de cada día y sigues apreciando y disfrutando del atardecer a medida que te aceras al final del camino.
Tanto el miércoles como el jueves, pude hacer mis entrenos y hoy viernes, me toca descanso. Mañana, sábado toca la salida larga, sesenta y cinco minutos de carrera. En el horario habitual del amanecer, si el tiempo, por que la autoridad nada tiene que ver con esto, no me lo impide.

Miércoles: 7,100 Km 40 minutos.
Jueves : 5,200 Km 35 minutos

jueves, 30 de octubre de 2008

FRUSTRACION

Esta semana ha sido bastante complicada, tanto desde el punto de vista laboral como de entrenamientos, siendo debida ésta última a las adversas condiciones climatológicas que padecemos por el Norte de España, con lluvias intensas, nevadas y un invierno claramente anticipado, que me esta impidiendo seguir los entrenos con cierta regularidad.
Comenzando por el fin de semana, este fue francamente bueno. El sábado tenía establecido sesenta minutos de carrera, así que, decidido como estaba a cumplir a rajatabla con mi plan de entrenamiento, a las doce menos cuarto de la mañana, ya me encontraba en mi circuito favorito. Como contrapunto a esta desastrosa semana, la mañana del sábado fue espectacular, con un cielo azul esplendido y tanto el paisaje como la temperatura invitaban a la carrera, la cual comencé a buen ritmo, con el objetivo de agotar el tiempo previsto.
Mis sensaciones fueron estupendas y fui realizando una cómoda carrera hasta que me encontré por primera vez la pronunciada cuesta que marca el final del recorrido del circuito por el bosque. La afronté con decisión, casi diría que con temeridad, y lo acabé pagando. La carretera, la cuesta en definitiva, me puso en mi sitio agostando las fuerzas, constituyendo mi calvario particular que superé a duras penas, reduciendo mi ritmo hasta casi caminar para tratar de coronarla, lo que conseguí doblando casi el espinazo. El descenso fue absolutamente reconfortante lo que me hizo recuperar el resuello perdido. Me quedaban otros dos encuentros con la susodicha, pero en estas dos ocasiones, aprendida la lección y siendo fundamentalmente humilde, afronte las subidas con más tranquilidad, dosificando el esfuerzo y reduciendo el ritmo. Pude con ella, pero aún con esas precauciones, se me hicieron eternas. Mis piernas ardían y casi parecían de madera y el último descenso puedo afirmar que lo hice de forma absolutamente mecánica. Aún así, al final cumplí con los sesenta minutos previstos y rendí una distancia de casi diez kilómetros. Cansado pero feliz, me premié el esfuerzo con una reparadora cervecita en la terraza del club social, disfrutando del agradable solecito del mediodía.
El domingo fue un día de recuperación, treinta y cinco minutos de trote cómodo en un día, al igual que el sábado, estupendo.
El lunes, volví correr por la ciudad, otros cuarenta y cinco minutos, controlando el ritmo, dosificando el esfuerzo, para finalizar de forma rápida y cómodo.
Desgraciadamente, la felicidad no dura mucho, y el martes por la mañana se han frustrado mis planes. A las siete de la mañana, caían chuzos de punta, con lo que asumí que iba a tener un día de descanso forzado por las condiciones climáticas, con lo que solo pude esperar a que el martes hubiera escampado y tratar de realizar lo que hoy me fue imposible, por lo que no me quedó otra alternativa que cruzar los dedos y esperar a que no se frustraran mis esperanzas.
Es verdaderamente desoladora la sensación de impotencia cuando son las circunstancias ajenas a tu control las que te impiden el desarrollar cualquier acción, máxime cuando esta es deseada. Así que no mo quedó otra alternativa que esperar a que el dios Eolo y su cuadrilla de ayudantes se apiadaran de mi. Solo me restaba esperar a no frustrarme más. De todas maneras, estoy muy satisfecho del balance del fin de semana. Algo bueno que guardar en el zurrón.

Sabado: 60 minutos 9,300 Km.
Domingo: 40 minutos 6,100 Km.
Lunes: 35 minutos 5,000 Km

jueves, 23 de octubre de 2008

¡ QUE DURO !

Hoy, según mi plan de entrenamiento, me tocaban treinta minutos de carrera, así que a la hora habitual, a eso de las siete y cuarto de la mañana, me he puesto a ello. Nada más salir de casa, la sensación de frío era importante. Un termómetro cercano, marcaba los 5 grados centígrados, y una densa y fria niebla invadía la ciudad. He iniciado la marcha, y aun cuando en su conjunto las sensaciones físicas,han sido buenas, no se si por la intensidad del trabajo de estos últimos días, y por una serie de situaciones bastante estresantes en las que en los últimos tres días pasados me he visto inmerso, mentalmente no corría en buenas condiciones.
Así pues, he decidido variar mi recorrido, y ello con la intención de no agobiarme y de despejar mi cabeza, gracias al esfuerzo y al frio.
Y he ido improvisando el recorrido en función de lo que me iba encontrando. La verdad es que ha sido divertido el correr a esas horas, descubriendo nuevos sitios por donde trotar con cierta tranquilidad, alejado de las calles más transitadas a esas horas, en la placidez de los parques que a esa primera hora, siempre están solitarios. He descubierto una nueva perspectiva de alguno de los monumentos prerrománicos de mi ciudad. He ido descubriendo zancada a zancada nuevos parques y jardines por donde correr. Y a medida que iba avanzando, notando que mi ritmo era constante y cómodo, esa pesadez mental que inicialmente me lastraba como una losa, ha ido despareciendo. He notado como mi paso, cada vez era más amplio, más eficaz y sobre todo más constante, los que me ha permitido adquirir un ritmo un poco más rápido, pero absolutamente asumible.
Al final, y tras medirlo gracias a Google, resulta que he trazado un nuevo circuito de casi cinco kilómetros, habiendo invertido en recorrerlo un tiempo de 35 minutos, lo cual creo que no ha estado nada mal.
Abrazado por el frio, he estirado en el lugar de costumbre y he subido a casa, a reconfortarme con la ducha caliente. Me encontraba mucho mejor y más despejado. Todo ello, confirma aquel principio de que, si los comienzos son duros, los finales son mejores. Y es cierto, pero ha sido duro el comenzar.
Y también me ha corroborado, como el hecho de correr, el asumir el reto de esta solos sin más compañía que nosostros mismos, la soledad en la que estamos inmersos durante la carrera, nos ayuda a relativizar todo cuanto nos rodea, olvidar las mezquindades y los comportamientos poco éticos de algunos en los que quizás alguna vez hemos confiado y nos ayuda a tener la mente más clara. Y eso, en estos tiempos que corren, en los que parece que nadie se atreve a enfrentarse a su propia soledad, se agradece y lo que es más importante, creo que nos refuerza espiritualmente.
Mañana me toca descanso. El Sábado me espera una salida de sesenta minutos. Un nuevo reto. Ya tengo claro por donde va a discurrir mi marcha, y espero con ansiedad el inicio de esa ruta.
P.D.: A partir de hoy, iré reflejando en ésta bitácora, las distancias y los tiempos invertidos.
Hoy: Distancia : 4.738 metros
Tiempo: 35 minutos

miércoles, 22 de octubre de 2008

MIS OTROS PARAISOS

Si el último fin de semana descubrí mis paraísos cercanos, hoy día de descanso en mi entrenamiento, al salir de casa he notado la bajada de temperaturas, y he vuelto a sentir otra vez, la llamada que se repite cíclicamente cuando se acerca el invierno, al sentir el aire frío en la cara de mi otro paraíso, esta vez lejano, en un valle pirenaico, en el que también me encuentro completamente alejado de las preocupaciones diarias y de las bajezas morales de esta sociedad en la que nos desenvolvemos a diario.
Ha sido el recuerdo, el sentimiento de añoranza, el que me ha trasladado una vez mas a ese lugar hermoso, en el que, al igual que cuando corro, me aislo, me encuentro conmigo mismo, y recupero la perspectiva necesaria que me permite ver el camino que me marca la vida.
Mañana, otras vez saldré a correr, a disfrutar de mi paraíso cercano, mientras añoro el lejano.

lunes, 20 de octubre de 2008

PARAISOS CERCANOS

Este fin de semana, he descubierto un nuevo paraíso personal. He descubierto el placer de correr por un bosque, al lado de un río, rodeado de niebla, humedad y frío, todo ello en completa soledad.
Mi plan de entrenamiento me indicada que el sábado y el domingo tenía que hacer treinta y cinco minutos de carrera rápida, el primero y treinta minutos de trote el segundo de ellos. Como M.J., los fines de semana tiene entrenamiento de hípica a las diez de la mañana, y aprovechando que éste viernes Alejandra, nuestra hija, dormía en casa de los tíos, decidí hacer mi rodaje por los alrededores del centro hípico en el que entrena M.J..
Este centro hípico, se encuentra a unos catorce kilómetros de mi ciudad, y está rodeado de un paisaje verde, plagado de bosques, y lo que es más importante, de una serie de rutas que, preparadas hace años por la Confederación Hidrográfica del Norte de España, conforman una tupida red de circuitos, muy utilizados los fines de semana por jinetes a lomos de sus caballos, ciclistas y naturalmente, corredores o runners.
Pues bien, ahí me encontraba yo el sábado a las nueve y media de la mañana, en un amanecer fresco, rodeado de niebla, dispuesto a comenzar mi rodaje. Y ha sido en ese preciso instante, en el de comenzar a rodar, en el que me he encontrado casi de bruces con mi paraíso.
Parafraseando al escritor uruguayo Marciano Durán, he pasado entre árboles, he serpenteado por caminos de tierra, he trepado por cuestas empedradas, he cruzado puentes de madera, he pisado hojas secas, he saltado charcos, he pisado barro, he escuchado música al ritmo de mis piernas, he sentido los latidos de mi corazón, he oído mi propia respiración, he mirado hacia adelante, he olido el viento que cruzó entre robles y castaños. Me he sentido bien, solo conmigo mismo. He disfrutado de mi soledad y de mi esfuerzo.
Al final, en los dos días, los treinta o treinta y cinco minutos inicialmente programados, se han convertido en casi cincuenta minutos cada día, en casi nueve kilómetros, disfrutados, sufridos y placenteramente alcanzados.
Hoy lunes, me ha tocado salir, pero esta vez lo he hecho por la ciudad, por asfalto y acera. He cumplido el programa previsto para hoy, pero en mi cabeza me he ido deleitando con el recuerdo del camino a la orilla del río.
Resulta evidente, o al menos a mi me los parece que, necesitamos muy poco para disfrutar de la vida. Yo sólo necesito mis zapatillas, mi propio sudor y mi propio esfuerzo y mi ruta a orillas del río. Y la tarde de domingo, tumbado en el sofá, abrazando a mi hija, viendo una película juntos, dormitando, leyendo en el sofá o escuchando música. El mejor complemento para alcanzar el pleno disfrute de mi vida.
Por lo demás, sigo con mi plan de entrenamiento. Cada día me siento mejor, mi cuerpo se va adaptando y tolerando mejor la carga de kilómetros y de tiempo empleado en la carrera.
Cada día los pequeños avances que experimento, por pequeños que estos sean, los voy notando mentalmente y físicamente los voy agradeciendo. Mañana, otros cuarenta y cinco minutos de carrera continua y pasado descanso.
Cada vez queda menos tiempo para volver a disfrutar de mi paraíso cercano.

jueves, 16 de octubre de 2008

SERIES

Hoy me tocaban series. Según mi plan de entrenamiento, hoy tenía reservadas nueve series de quinientos metros cada una y que debía de alternar con un minuto de recuperación entra cada una de ellas, series claro esta que tenía que realizar a un ritmo más alto que el que vengo empleando en los rodajes.
He de señalar que era la primera vez que las realizaba, pues nunca antes me había hecho una planificación para mis actividades deportivas.
Así que, con toda mi buena voluntad y a eso de las siete y cuarto de la mañana, me dirigía al circuito que me he buscado para estos menesteres. Tras un leve calentamiento, inicie las series previstas.
La verdad es que, en conjunto, me ha resultado bastante más duro de lo que pensaba. Las tres primeras series las he realizado de forma bastante cómoda, con un ritmo más alto de lo que pretendía. Pero el segundo tercio ha sido duro. A un cierto bajón físico que se manifestó con un descenso del ritmo de la serie, quizás por haberme confiado en las anteriores, se ha añadido un importante esfuerzo mental.
Mucho hemos oído o leído acerca del famoso "muro" que los maratonianos suelen encontrarse alrededor del kilómetro treínta de la prueba, y como es necesaria para su superación, una extraordinaria fortaleza mental para superarlo, siendo ese, entre otros, una de las principales cualidades que diferencian a esos maratonianos del resto de los atletas.
Salvando, y nunca mejor dicho, las kilométricas diferencias que me separan, no ya de aquellos sino de cualquier corredor por modesto que éste sea, hoy me he topado con mi "muro".
La cuenta atrás del número de series que me quedaban por realizar, no solo se hizo interminable, sino que cada serie se hizo eterna, inacabable.
Resoplando y a duras penas, sufriendo cada zancada, he conseguido superar ese fatídico segundo tercio de series y sorprendentemente las tres ultimas de las previstas las he realizado con cierta comodidad, terminando el entreno relativamente fresco.
He superado mi primer muro y por eso estoy francamente satisfecho. Además, no se porqué, hoy me ha constado mucho menos levantarme de la cama y salir a correr.
Sigo descubriendo, cada día, la placentera sensación de correr en solitario, de conseguir cada pequeña meta que me supone cada zancada que doy. Sigo descubriendo el disfrute de llegar a casa, sudando pero reconfortado física y mentalmente.
Mucho había leído sobre la adicción que genera la carretera a todo aquél que en un momento determinado de su vida, decide correr. Es cierto, a pesar de lo duro que supone el iniciar esta actividad. Cada día que pasa, necesito más el correr. Mas necesito ese placentero sufrimiento que es la carrera en solitario.
Hoy además, como regalo, la báscula me dicho que pero ochenta y cuatro kilos, esto es cuatro menos de los que pesaba cuando comencé a correr hace ya casi un mes.
Mañana me toca descanso, pero pasado mañana afrontaré nuevamente mi muro, que me estará esperando y que confío en volver a superar.

martes, 14 de octubre de 2008

LLUVIA

Sigo con mi plan de entrenamiento. Con paciencia y constancia creo que, poco a poco voy a conseguir mi doble objetivo. Por un lado, mejorar mi forma física y por otro, el mejorar mi oxigenación mental.
Ayer me tocaban treinta y cinco minutos de carrera continua. A las siete y cuarto de la mañana, salía de mi casa para dirigirme al parque en el que realizo estos pequeños rodajes. A pesar de que los hombres del tiempo venían manifestando que se produciría un descenso de las temeperaturas, la primera sensación que tuve al salir a la calle fue la de bochorno y alto nivel de humedad. No obstante, una vez en el parque la temperatura era agradable para correr.
Inicié el rodaje y la verdad, es que me fui sintiendo muy cómodo. Creo que el ir planificando las salidas, respetándo los descansos, están haciendo que mi cuerpo, poco a poco se vaya sintiendo más adapato a los rodajes y de forma continua vaya asimilando y acumulando, mas que los kilometros recorridos, que también, sino los tiempos empleados en la carrera continua .
A los pocos minutos comenzó a llover, no de forma fuerte, pero sí con una cierta intensidad. Era la primera vez que corría bajo la lluvia, y la verdad es que fue una sensación satisfactoria.
Ese elemento climatológico bajo el cual estaba corriendo por primera ver, me obligó a desplegar una cierta precaución, pues al usar gafas, algunas gotas impactaban en los cristales, limitando mi visibilidad y no quería dar un mal paso, resbalar o caer.
Pero, en todo caso, sigo considerando que tuve una sensación gratificante, casí podría decir que reveladora.
Terminé mi programa satisfecho y reconfortado, tanto física como mentalmente. Cada día me sorprende el bienestar que tras cada carrera, cada sesión de entrenamiento me proporciona. Es duro el levantarse cada mañana tempradno, cuando el calor de la cama te abraza y la sensación de comodidad te aletarga; pero ese esfuerzo se ve recompensado por la satisfacción que voy experimientando durante el entrenamiento y sobre todo por la sensación de comodidad que me invade una vez duchado y desayunado, por todoas y cada uno de mis musculos. Mañana toca descanso. Pasado mañana nuevamente volveré a correr, en la confianza de que no voy a entrar en crisis.