lunes, 5 de enero de 2009

SUSTOS


Pues no podía faltar el susto oportuno, y precisamente el último día de esquí de estas vacaciones. El día se presentaba fenomenal. Un cielo azul esplendoroso, un sol radiante, la temperatura bastante baja, entre los 5 y los once grados bajo cero. Una nieve espectacular, relativamente poca gente y nosotros con muchas ganas de disfrutar de éste día esquiando en familia.

Así nos dispusimos, iniciando la jornada de forma tranquila, aunque con un cierto nivel de exigencia, dadas las favorables circunstancias que nos ofrecía el día. Llevábamos mas o menos una hora esquiando, cuando en un momento determinado, decidimos bajar una pista bastante exigente pero que, en principio presentaba un magnifico estado. Iniciamos el descenso, M.J, delante, Alejandra detrás de ella y yo cerrando el trio, como es nuestra costumbre cuando esquiamos los tres juntos. Aproximadamente, a la mitad del descenso, la pista en cuestión queda ensombrecida por los pinos que se ubican en sus laterales, no siendo hasta primera hora de la tarde en el que la misma, por su ubicación queda completamente bañada por el sol motivando que, la nieve endurecida por la noche y las primeras horas de la mañana, se transforme pasando de nieve dura a nieve en polvo, con lo que en el momento en el que realizábamos el descenso, nos encontramos con varias zonas de nieve dura.

Estábamos finalizando el descenso, encontrándonos aproximadamente a unos cien metros del final de la pista cuando ocurrió lo inesperado. No se por que, pero en ese instante, Alejandra fue a dar con su cuerpo en la nieve. No se si porque los cantos del esquí no agarraron lo suficiente o por cualquiera otra circunstancia, pero el caso es que la niña impactó con su cuerpo en la nieve, y a pesar de llevar el casco, sufrió un fuerte golpe en la nariz, no se si con el bastón o con sus propias gafas. (al ser miope como yo, ambos esquiamos con nuestras gafas en el interior de las mascaras de ventisca).

Evidentemente, la consecuencia fue el abundante sangrado por la nariz y el consiguiente susto tanto para la niña como para nosotros, susto maximizado por lo escandaloso que supone el contraste de la sangre en la nieve. A partir de ahí, la tensión que surge y lo más importante, era trasladar a Alejandra al centro médico de la Estación, cosa que hicimos rápidamente, pues como señalaba anteriormente nos encontrábamos a escasos cien metros de la base de la misma. Traslado en el coche de la estación, revisión médica, radiografías y al final todo quedó en una pequeña fisura en la nariz, sin desplazamiento de los huesos propios y una leve distensión en la rodilla izquierda, todo ello de fácil recuperación con descanso y el correspondiente ibuprofeno y eso sí, con el correspondiente susto en el cuerpo.

Lo mejor de todo, la valentía que demostró Alejandra en este trance. Como he comentado en otro post, mi hija presenta unas características especiales y siendo ésta la primera ocasión en la que sufre un accidente de una cierta entidad, aunque sea mínima por suerte, en los más de diez años en los que lleva esquiando. La reacción de la misma ante esta situación absolutamente imprevista, fue de una gran madurez y de bastante tranquilidad lo que tanto a M.J. como a mí, nos sorprendió profundamente.

Mientras estoy escribiendo estas lineas, está sentada en el sillón, con su pierna izquierda en alto y un moratón en su ojo derecho, únicos rastros de la aventura de ayer, leyendo un libro y llevándolo muy bien . Lo importante fue que después de salir del centro médico, volvió a ponerse los esquís para trasladarnos a la cafetería y lo hizo sin ningún problema, aún cuando manteniendo la prudencia. Recordaba a un amigo de la misma, que hace años también sufrió un pequeño accidente de esquí, el pobre se abrió una ceja (¿te acuerdas Nacho?) y hoy en día es un magnifico esquiador en su categoría.

La consecuencia de esta aventura, para mi no es otra que mi hija cada día es más madura, tiene más recursos pese a sus limitaciones y es mas controlada, sabiendo asumir cada vez mejor lo imprevisible que es la vida. Luego a M.J. y a mí nos queda el sentimiento de la importancia que para nosotros significa esta hija, y sudar en frío, supongo que como cualquier padre, pensando en lo que podía haber pasado. Al final, solo fue un susto.


PD. Desde aquí quiero dar mi agradecimiento, en primer lugar al esquiador anónimo que paró y ofreció su ayuda. En segundo lugar al personal de la Estación de Esquí de Baqueira Beret por su rápida y magnifica intervención y finalmente y de forma muy especial al personal médico y sanitario del Centro Médico del RACC en la estación, por sus sensibilidad al comprender las circunstancias de Alejandra, y por su rápido y magnífico hacer. ¡Muchas gracias a todos!

2 comentarios:

Syl dijo...

Puffffffffff...qué susto, Betren!!!...me alegro muchísimo de que al final quedase en lo poco que quedó a pesar de lo escandalosa que pudo ser la sangre...
Yo solo he ido a esquiar un par de veces y la última, me pegué un hostiazo por el que me jodí los ligamentos de una rodilla y ya se me quitaron las ganas de volver...
¿ves?...yo más inmadura y acojoná que tu hija!!!...
(qué bien que su reacción os hiciera sentir así de bien).

Besitos.

betren dijo...

Gracias Syl. La verdad es que la reacción de Ale nos sorprendió muy positivamente. Va creciendo y cada día tiene más instrumentos para enfrentarse a circunstancias inesperadas. En cuanto a la caida esquiando, no se que decirte, pero estoy convencido de que debes de probar nuevamente. Estas invitada.
Besos